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Por EMNM | 10/31/2014


Hubo un tiempo, no muy lejano, que en Madrid se celebraba el Día de Difuntos, una festividad de recogimiento, solemne y, en ocasiones, tétrica en la que las gentes acudían en tan señalada fecha a los cementerios para depositar unas flores en las tumbas de sus seres queridos. Durante esta festividad, en los teatros y en la televisión el Tenorio se empleaba a fondo para conquistar a una joven y atractiva monja. En las pastelerías se vendían buñuelos y una especie de canutillos muy dulces y deliciosos llamados huesos de santo y, los más morbosos, narraban a sus seres queridos historias de aparecidos, de almas en pena que vagando por las calles reclamaban la justicia que vida no habían encontrado.

Como decía anteriormente, todo esto era lo que ocurría en la festividad de Difuntos pero todo eso cambió. Nunca supimos ni cómo ni cuándo, ¿fue de repente? Lo cierto es que hoy a esta festividad la llaman Halloween o “jalogüin”. Las chuches y los pasteles con formas monstruosas van comiendo terreno a los tradicionales buñuelos y huesos de santo. El Tenorio continúa dando la matraca a la monja en algún teatro que, heroicamente, se resiste a no perder las tradiciones, pese a que la gente prefiere irse de fiesta disfrazada de seres del Averno mientras las calabazas con sonrisa amenazante se multiplican por toda la ciudad.

Los tiempos cambian y quién sabe qué nuevas celebraciones incorporaremos a las nuestras o qué celebración exótica fagocitará a las autóctonas… Sólo hay una cosa que nunca cambia, la política española, que sigue siendo idéntica a la que retrató Larra en su Noche de Difuntos.

Si bien es cierto que nuestra tradicional fiesta de Difuntos ha dejado de ser tétrica gracias Halloween, no menos cierto es que todavía somos muchos a los que esto del “jalogüin” nos sigue sonando exótico, aunque queramos o no, al final, todos caemos y hacemos nuestra esta festividad americanizada. Por este motivo, el tema central de este número está dedicado a una de las casas encantadas que hay en Madrid, llamemos a su puerta y digamos... ¿Truco o Trato?