Las palomas, un ave que antaño era considerada como símbolo de la paz, desde hace ya bastantes años han pasado a ser el símbolo de la suciedad y culpables de la transmisión de horribles enfermedades.
Sin ninguna duda ellas lo saben y han dejado de estar presentes en las plazas o sobre las cabezas de egregias estatuas para vivir en los lugares más insospechados, lejos de los molinillos, las estatuas eléctricas o los aparatos de ultrasonidos.

Todo un ejemplo de marginalidad.