La semana pasada tuve la suerte de visitar la vieja Fábrica de Tabacos, gracias a la invitación de la asociación Salvemos el Frontón Beti-Jai. El motivo de la visita era aportar ideas para la creación de un espacio auto gestionado, en el que realizar actividades culturales con total libertad, sin estar sujetos a imposiciones de ningún tipo. Estas actividades serían de forma temporal ya que el Ministerio de Cultura, actual propietario del edificio, pretende crear en él un gran museo.
Actualmente, el edificio de Tabacalera está abandonado, tras una larga historia, en el año 2000 cerró definitivamente sus puertas.
La vieja Fábrica de Tabacos fue edificada en el siglo XVIII, en ella se elaboraban aguardientes, se fabricaron naipes, fue cuartel de la tropa de Napoleón y su hermano, José Bonaparte, fue el responsable de que el edificio se convirtiese en una de las fábricas de tacaco más importantes de España.
La fabricación de tabaco necesitaba mucha mano de obra, por esta razón, miles de mujeres fueron contratadas para la elaboración de cigarros. Nacía uno de los personajes románticos del XVIII, las cigarreras que, como la sevillana Carmen de Mérimée, tenían fama de ser mujeres de armas tomar.
Posiblemente, la independencia económica y la camaradería que producía el trabajo en grupo, hizo de estas mujeres verdaderas luchadoras que, en alguna ocasión, llegaron a poner en jaque a las fuerzas del orden público.
Pese al carácter guerrero y el mucho desparpajo que gastaban las cigarreras, no tuvieron una vida fácil. La inmensa mayoría eran analfabetas, trabajaban de sol a sol en condiciones deplorables y sus salarios eran miserables. Lo único que tenían asegurado era un suelo fijo, el único al que podían acceder las clases humildes y mucho más tratándose de mujeres. Era muy habitual encontrar a varias generaciones de una misma familia trabajando en la fábrica.
El fin de las cigarreras vino con el progreso, las máquinas de fabricar cigarros acabaron con ellas, no sin antes provocar una pequeña revolución, justo el primer día en el que aparecieron las primeras máquinas de fabricar cigarros. La tecnología acabó con ellas pero la memoria popular todavía las recuerda.
Como decía al principio, la Fábrica de Tabacos está abandonada, eso no quiere decir que no tenga vigilancia, guardas de seguridad y cámaras de vídeo se encargan de ello. Su estado de abandono crea una atmósfera especial al que la visita, que nos traslada a otro tiempo. Las capas de polvo, los calendarios detenidos en los años 90 y los escritorios llenos de viejos papeles desordenados y abandonados, ayuda a retroceder en el tiempo y recordar a las personas que un día trabajaron allí, algunas, como en el caso de las cigarreras, que trabajaron, vivieron e incluso, murieron tras los muros de este edificio.
Este es un resumen fotográfico de cómo se encuentra una parte del edificio, más fotos en mi Flickr.