Todos los que vivimos en Madrid tenemos un rincón especial que, por alguna razón, forma parte de nuestra vida. Hablar de uno solo resulta difícil, en mi caso podría enumerar cientos de lugares especiales pero, hay uno que le tengo especial cariño. No se trata de un gran edificio, tampoco es un lugar fácil de localizar, se encuentra en una pequeña calle del viejo Madrid, este lugar tiene unas vistas espectaculares y es el mejor sitio para robar un beso.
En una de las zonas más bonitas de la ciudad, en el Madrid de los Austrias, muy cerca de la plaza de Ramales, donde se supone que está enterrado Velázquez, hay una callejuela llamada calle de Noblejas, que da a la calle Factor. Justo en el punto donde se unen estas dos calles, hay una especie de mirador que se asienta sobre los restos de la muralla medieval. Es un lugar muy tranquilo y solitario, también es uno de los lugares más fresquitos en el tórrido verano y uno de los más gélidos en invierno. Allí podemos contemplar unas hermosas vistas de la Catedral de la Almudena y el Palacio de Oriente. El mejor momento para ir es con la puesta del sol, cuando empieza a oscurecer, es cuando los edificios se empiezan a iluminar y nos ofrecen una visión diferente, sobre todo la catedral que, a mi juicio, se ve más bonita con la luz artificial que con la luz natural. He de reconocer, pese a que muchos me llamarán de todo, que el exterior de la catedral me parece horroroso, frío, austero y soso, creo que sólo mejora con la liluminación artificial.
En una de las zonas más bonitas de la ciudad, en el Madrid de los Austrias, muy cerca de la plaza de Ramales, donde se supone que está enterrado Velázquez, hay una callejuela llamada calle de Noblejas, que da a la calle Factor. Justo en el punto donde se unen estas dos calles, hay una especie de mirador que se asienta sobre los restos de la muralla medieval. Es un lugar muy tranquilo y solitario, también es uno de los lugares más fresquitos en el tórrido verano y uno de los más gélidos en invierno. Allí podemos contemplar unas hermosas vistas de la Catedral de la Almudena y el Palacio de Oriente. El mejor momento para ir es con la puesta del sol, cuando empieza a oscurecer, es cuando los edificios se empiezan a iluminar y nos ofrecen una visión diferente, sobre todo la catedral que, a mi juicio, se ve más bonita con la luz artificial que con la luz natural. He de reconocer, pese a que muchos me llamarán de todo, que el exterior de la catedral me parece horroroso, frío, austero y soso, creo que sólo mejora con la liluminación artificial.
Este lugar es un testigo mudo del nacimiento de Madrid, primero como una pequeña fortaleza medieval, después una villa que fue creciendo hasta convertirse en la capital de un imperio donde no se ponía el Sol y hoy es uno de los mejores lugares de este gigantesco Madrid, ya nada imperial, para robar un beso a la persona amada en un marco ideal.
Este rincón, aparece junto a otros rincones preferidos de los amigos de la "madroñosfera" en Viviendo Madrid