Un dicho popular dice que; “tres jueves al año relucen más que el Sol: Jueves Santo, Corpus Christi y el día de la Ascensión” bien, pues hoy es uno de esos jueves, se celebra el el Corpus Christi, que en latín significa “el cuerpo de Cristo” y es una de las festividades más importantes del catolicismo. En el pasado, sobre todo en el Siglo de Oro, esta festividad era un día muy señalado en el calendario, mucho más desde la reforma protestante en la que se negaba la eucaristía. Los reyes acudían a las procesiones y por las calles de Madrid desfilaban en procesión lo más ortodoxo y lo más profano, que se podría resumir en dos cosas, la santa custodia, que es una verdadera obra de arte realizada en plata donde se guarda la el “cuerpo de Cristo”, que se encuentra en el viejo ayuntamiento de la Plaza de la Villa.
La parte profana de la festividad era una criatura llamada La Tarasca.
Este ser monstruoso parecido a un dragón tiene su origen en Tarascón, un pueblo de La Provenza, en la vecina Francia. Según cuenta la leyenda, el Rey de Tarascón, con la ayuda de Santa María, capturaron a la bestia y ésta murió a manos de los habitantes del pueblo.
Existen varias representaciones de este ser, en muchas de ellas aparece una mujer, en algunos casos se dice que se trata de una alegoría de la fe y en otros la mismísima meretriz de Babilonia.
Con el tiempo, la popular Tarasca dejó de pasearse por las calles de Madrid, el motivo no era otro que, además de representar el mal, solía ir adornada con figuras que resultaban “indecentes” al clero de aquella época.
Hoy el Corpus madrileño es mucho más soso y austero, nada que ver con lo que tuvo que ser en el Siglo de Oro y, además, no siempre es festivo, este año sí que lo es, para alegría de muchos, yo entre ellos.