Madrid, como capital del reino, ha sido y es el escenario perfecto para todo tipo de manifestaciones. Es aquí donde tienen eco las protestas y donde tienen la cobertura mayoritaria y necesaria de los medios de comunicación.  

Entre enero y septiembre de 2012 se han producido en nuestra ciudad 2.732 manifestaciones, no todas autorizadas.

El número de manifestaciones han aumentado un 97,97 % respecto al año 2011.

En la ciudad de Madrid se producen una media de 11 manifestaciones al día.

El coste que supone que Madrid sea el “manifestódromo” nacional supone un gasto al Ayuntamiento de 1,9 millones de euros. Este dinero lo pone el Ayuntamiento pero viene de los impuestos que los madrileños tenemos que pagar sí o sí.

Estos datos son los que ofrece el Ayuntamiento pero hay más. Las manifestaciones se producen casi siempre en las mismas zonas de la ciudad, Cibeles / Neptuno / Colón / Atocha / Sol y Gran Vía.

Además de todos estos datos hay otros que no se han facilitado, bien porque no han estimado oportuno o bien porque han obviado el tema, me estoy refiriendo a las emisiones contaminantes producidas por los atascos que generan los continuos cortes de las arterias principales de la ciudad, las miles de horas laborales perdidas por los que se manifiestan y por los que no pueden ir o llegan tarde a sus puestos de trabajo. También hay otros gastos como el coste en despliegues policiales, limpieza, destrozos del mobiliario urbano, etc, etc...

Imagino que si se hiciese un cálculo serio y real del coste total que genera a Madrid y a los madrileños directamente, todas las manifestaciones que se producen al año seguramente nos echaríamos las manos a la cabeza.

Posiblemente por este motivo algunas voces, entre ellas la de Cristina Cifuentes, delegada del gobierno, ha abierto un interesante debate sobre el coste que supone a las arcas madrileñas y a los madrileños el vivir en un estado constante de manifestación.

Como no podía ser de otra manera, algunos sectores de la sociedad, los más politizados, ya sean de un bando o de otro, están convirtiendo este tema en una confrontación. Imagino que en una sociedad menos politizada, que no es nuestro caso, esta diversidad de opiniones podría servir para generar un debate interesante y beneficioso pero por desgracia no será así. No sería extraño que se produjesen nuevas manifestaciones a favor o en contra de las opiniones de la Sra. Cristina Cifuentes.

Mientras, los madrileños, resignados, pacientes, nos levantaremos mañana pronto para ir a trabajar o para ir a manifestarnos. Otros, los de siempre, seguirán discutiendo si son galgos o podencos.

Se puede calcular el coste de las manifestaciones o el número de asistentes pero, lo que no se puede calcular es la santa paciencia de los madrileños.