El pasado sábado el Comité Olímpico Internacional decidió
que la ciudad de Tokio celebrará los JJ.OO de 2020. Esto supuso el fin del
sueño olímpico madrileño pero también supuso la decepción y el enfado de muchos
madrileños y españoles que queríamos que Madrid fuese por fin ciudad olímpica.
El sábado por la tarde miles de personas se reunieron en la
Puerta de Alcalá para ver en directo la elección de la ciudad que celebraría
los JJ.OO de 2020, convencidos de que a la tercera va la vencida y convencidos
de que al final Madrid tendría el honor de celebrar las Olimpiadas. Tokio,
Estambul y Madrid eran las ciudades candidatas y sólo una de ellas podía ser
elegida.
La cosa no pudo empezar peor, una fuerte tormenta en la
ciudad de Buenos Aires, que es donde se decidía el futuro olímpico de Madrid,
cortó la señal de televisión justo en el momento en el que España presentaba la
candidatura. El corte de emisión no hizo decaer los ánimos, al contrario, todos
esperábamos ansiosos que comenzasen las votaciones y que Madrid fuese la ciudad
elegida.
Unas horas después comenzó la primera ronda de votaciones y
¡sorpresa! Madrid y Estambul quedaron empatadas así que volvieron a votar los
miembros del COI y… ¡Zas! Esta vez Madrid quedó fuera. Decepción, indignación
y, por qué no decirlo, el cabreo se apoderó de todos.
Ha pasado la euforia olímpica y ahora todos nos preguntamos
qué ha pasado. Las explicaciones a este mazazo son de todo tipo y para todos
los gustos. Que si no era un buen proyecto, que si la política internacional de
España es pésima, que si la crisis, que si la alcaldesa hablaba en un mal
inglés…
Las causas pueden ser un poco de todo pero, resulta
curioso que Turquía es un país que no se caracteriza precisamente por ser un país
libre de corrupción y de crisis. Tampoco Japón, la crisis japonesa es incluso
motivo de estudio. El tener más del 80% de las infraestructuras hechas tampoco
nos ha servido de nada y tener el 90% apoyo popular tampoco.
Un dato llamativo es que para los JJ.OO de 2024 París y Berlín se presentan
como ciudades candidatas, si nos fiamos de la regla no escrita sobre la
rotación de continentes, que dice que no se pueden celebrar dos olimpiadas seguidas en un mismo continente, resulta llamativo el gran interés en expulsar a Madrid
de la votación. Posiblemente este sea el principal motivo por el que Madrid fue
expulsada de esta manera tan ingrata y dolorosa. Si la votación final hubiese
sido entre Tokio y Madrid posiblemente la indignación no habría sido tanta,
pero que el COI eligiese un proyecto como el turco, que era mucho peor, hace
pensar que lo que prima en la elección de la ciudad olímpica no es precisamente
el espíritu olímpico que dice que gane el mejor.
¿Y ahora qué? ¿Se presentará Madrid para las olimpiadas de
2024? No gracias, ya hemos tenido bastante, no debemos gastar más dinero en
algo que utiliza un sistema de votación que se rige por criterios más propios
de la Eurovisión que por olimpismo.
Nota: Mientras escribo esto escucho en las noticias que el
COI ha dado un toque de atención a Río de Janeiro, ciudad que nos expulsó del sueño
olímpico de 2016, para que se den prisa en terminar sus infraestructuras
olímpicas.