Madrid es una ciudad de contrastes y paradojas, un claro ejemplo de ello es que Madrid no tiene mar pero sí tiene un imponente Faro. Otra paradoja se encuentra a pocos pasos de este faro, se trata de un arco triunfal que no es precisamente el símbolo de un triunfo pero, lo más curioso de todo es que las dos construcciones son víctimas de un destino común, el abandono y el desafecto de los ciudadanos.
Tanto el Arco de la Victoria como el Faro surgieron con un mismo fin, convertirse en iconos de la ciudad para mayor gloria de los dirigentes de turno, uno durante la dictadura y el otro ya en democracia. Desde su construcción, tanto el faro como el arco han sido y son un quebradero de cabeza para los gobernantes y un pozo sin fondo para los contribuyentes madrileños que ven, vemos, como las importantes cantidades de dinero público que se destinan al mantenimiento del arco y del faro no reportan ningún beneficio a la ciudad ni a los madrileños.
Recientemente y por enésima vez, el Ayuntamiento de Madrid ha anunciado la apertura al público del Faro este mes de marzo, con objeto de rentabilizarlo y hacer realidad aquello que se dijo de esta construcción el día de su inauguración, que sea uno de los símbolos de la ciudad.
La apertura definitiva del faro y su conversión en un icono de la ciudad es algo que todavía está por ver, lo cierto y verdad es que tanto el Faro como el Arco de la Victoria tienen muchas cosas en común, comparten espacio, un futuro incierto y una realidad, que ninguno es un símbolo de nada bueno.