Todo el mundo sabe que las palomas, por muy simbólicas y pacíficas que sean, son además, unos pájaros muy sucios. Sus excrementos, además de ser cada día más grandes, ignoro el motivo, son muy dañinos para los monumentos, por no hablar de las enfermedades que pueden transmitir.

En Madrid ya no hay tantas palomas como hace décadas, ello se debe a las medidas que se toman para erradicarlas y ahuyentarlas.

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Una de esas medidas la podemos ver en la estatua ecuestre de Carlos III en Sol. Si nos fijamos, podemos ver que en las patas del caballo hay unos hilillos que trasmiten electricidad a toda la estatua. Las palomas, que tienen una fijación enfermiza por las estatuas, al posarse en ella reciben una descarga eléctrica que las incomoda y se van. Ni que decir tiene que es una descarga eléctrica de baja intensidad, ninguna se ha quedado frita al posarse sobre el egregio monarca.

Ese es el motivo por el que podemos ver algunas palomas en el pedestal de piedra de la estatua y no sobre Carlos III ni su caballo.