El Auto de Fe de 1680

Por EMNM | 1/02/2008 |

La Inquisición española fue una terrible forma controlar a la sociedad y de evitar conflictos religiosos y políticos como los que ocurrían en el pasado en otros lugares de Europa, su extremada permanencia en el tiempo, entre otros motivos, favoreció enormemente a aumentar la leyenda negra española. Pese a que la Inquisición empleaba durísimas e inhumanas técnicas de tortura, la inquisición española no fue tan tremenda si la comparamos con la de otros países europeos.

Los autos de fe eran una especie de juicio en el que los inquisidores juzgaban a los acusados de herejía, brujería y todo tipo de actos contrarios a la Iglesia Católica, con especial virulencia hacia los conversos que se les acusaba de judaizar. Con el tiempo estos juicios se convirtieron en una atracción a la que acudía la gente para "disfrutar" del espectáculo.
El auto de fe más famoso, precisamente por ser uno de los que podemos poner una imagen gracias a que fue inmortalizado por Francisco Ricci en su cuadro titulado: Auto de Fe y que podemos contemplar en el Museo del Prado, es el Auto de Fe de 1680.

Fue un acto multitudinario y se eligió un lugar bien conocido de Madrid para celebrarlo, la Plaza Mayor. Entre los asistentes estaban el rey Carlos II y su esposa, María Luisa de Orleáns, que podemos ver situados en el centro del cuadro bajo palio.
Para comprender mejor cómo estaba organizado el auto de fe debemos fijarnos detenidamente en el cuadro.

A la derecha se alzaba la grada en la que estaban los reos, que podemos ver que lucen el típico capirote, éstos están acompañados por familiares y religiosos que intentaban que se arrepintiesen del delito imputado, normalmente con mucho éxito ya que las penas eran tremendas.
A la izquierda se encuentra la grada en la que estaban los miembros del Supremo Consejo de la Inquisición.
En el centro estaba el tribunal, allí los presos esperaban a que se dictase la sentencia.

Un total de 118 hombres y mujeres fueron juzgados en aquel auto de fe, 21 de ellos fueron ejecutados, unos fueron estrangulados a garrote, los arrepentidos, y el resto quemados en la hoguera.
El resto de los acusados fueron condenados a diversas penas, latigazos, destierro, confiscación de bienes, vergüenza pública o a galeras.

Como en los espectáculos de hoy, en aquel auto de fe se podían consumir refrescos, bizcochos o chocolate para hacer más agradable el momento, incluso bajo el entarimado habían unas habitaciones dispuestas para atender los posibles desmayos o indisposiciones de los reos, evidentemente en aquellos tiempos no existía el SAMUR.

Hoy en la Plaza Mayor se siguen haciendo espectáculos multitudinarios, eso sí, afortunadamente los autos de fe pasaron a la historia.