Hace cuatro años, un día como hoy, Madrid amanecía teñido de sangre inocente, la sangre de gente que tuvo la mala suerte de cruzar su camino con el de unas alimañas asesinas, en el mayor atentado de la historia en Europa.
Han pasado cuatro años, pero todavía hoy se me pone la piel de gallina al recordar ese día. Imagino que no soy el único, todos guardamos un angustioso recuerdo de aquel fatídico día.
La magnitud del atentado terrorista de Atocha fue tal que somos muchos los que conocemos a alguien que vivió aquel atentado en primera persona, en mi caso, gracias a Dios no fue más que un susto.
Por desgracia, Madrid conoce muy bien el sonido de las bombas, los madrileños conocemos perfectamente esa sensación indescriptible entre miedo y cautela que se siente cuando te enteras de un atentado terrorista. Lo primero que haces es visualizar mentalmente la zona del atentado y, también mentalmente, comprobar si familiares o amigos se encuentran en la zona.
Después del susto viene la rabia, la indignación y siempre la misma pregunta ¿por qué? ¿qué motivo puede llevar a alguien a segar la vida de sus semejantes? ¿qué consiguieron los terroristas de Atocha? ¿qué consiguen los terroristas de ETA?. La respuesta es NADA y, espero y deseo que esa siga siendo la respuesta, de no ser así estamos perdidos.
Como ya he dicho, hoy se cumple el cuarto aniversario de aquel terrible atentado, un día en el que muchos, yo incluido, pasamos del miedo a la rabia, después, nos emocionamos con la fraternidad y el orgullo de pertenecer a esta sociedad, hasta que los políticos, una vez más, nos dividieron, convirtieron la solidaridad en odio, la fraternidad en cainismo y el miedo en terror.
Sin ninguna duda, para muchos, el atentado y en los días posteriores, hubo un antes y un después, descubrimos con horror que la libertad no es algo que viene dada, la libertad es un bien que disfrutamos y que disfrutaremos siempre que, todos juntos, luchemos por ella. En mi caso, esos días perdí la "inocencia", por primera vez sentí miedo a perder todo aquello que toda mi vida he considerado tan normal como el aire que respiramos, la libertad y la democracia. ¿Exagero? no lo sé, pero lo que vi con mis propios ojos los días posteriores al atentado me rompió todos los esquemas. Tal vez si España fuese Francia, Reino Unido o Alemania no pensaría así, pero recordemos, ¡esto es España! y que nadie relacione esta exclamación, porque se equivocaría, con la del espartano Leónidas en la película 300.
Ojalá nunca más se repita una masacre como la de aquel día, nunca más un Madrid, nunca más un Nueva York, un Londres, un Tel-Aviv…
Sirva este post para rendir homenaje a los 192 asesinados en Madrid y a todas las víctimas del terrorismo, gente anónima camuflada en siglas y números pero que tenían un nombre, familia, amigos y sueños que un mal día unos terroristas cortaron de cuajo en nombre del fanatismo.
Siempre estarán en nuestra memoria.
Hace 4 semanas