En Madrid hay dos monumentos que nunca nos hubiese gustado tener a los madrileños, los dos recuerdan a los 192 asesinados el 11 de marzo de 2004 en el peor atentado terrorista ocurrido en Europa.

Uno de ellos está en la estación de Atocha, que fue uno de los lugares donde estallaron las bombas de los terroristas. El otro monumento se encuentra en el cercano parque del Retiro y es conocido por todos como el Bosque de los Ausentes.

Este bosque no es exactamente un bosque, es una pequeña colina artificial en la que se plantaron 192 árboles, 22 olivos y 170 cipreses por cada uno de los asesinados en aquellos atentados.
La elección de estos árboles no fue casual, el simbolismo que tienen y su longevidad convierten a estos árboles en un monumento casi para toda la eternidad.

Los atentados de aquella horrible mañana de marzo nos hicieron mucho daño a los madrileños y al resto de los españoles, fue un golpe muy bajo que, por mucho que no queramos reconocerlo, nos sacudió donde más nos dolía. Creo que no exagero mucho si digo que después de este atentado y los hechos que sucedieron después, no hemos vuelto a ser los mismos.

El Bosque de los Ausentes es un grupo de árboles más del Retiro pero, no son unos árboles cualquiera, es imposible pasar por allí y al ver esos árboles no recordar aquel atentado, las imágenes de los trenes, las llamadas de teléfono que nos hicimos para saber si los nuestros estaban bien, el miedo, la incertidumbre y todas aquellas horribles sensaciones que vivimos. Los olivos y cipreses que, desde hace miles de años, han sido parte de nuestro paisaje, en este lugar cobran un simbolismo especial.

Posiblemente sea el único lugar del Retiro en el que la gente habla más bajo y sería el más silencioso si no fuese por la cercanía de un polideportivo en el que los chavales hacen deporte.

Hoy se cumplen cinco años de la matanza que, igual que las de Nueva York, Londres, Bali o Bombay, murieron cientos de personas a las que nunca olvidaremos.