Hace unos días un masai pasó por Madrid para recaudar fondos y posó para la prensa en un lugar tan opuesto a su procedencia como el pingüinario de Faunia. La foto tiene su punto cómico pero también su toque dramático, recordando aquellas exhibiciones humanas que recorrían la Europa de principios del siglo XX.

Madrid, como el resto de las capitales europeas, tuvo este tipo de exhibiciones. Personas, alejadas de la “civilizada” Europa llegaron a nuestra ciudad abandonando sus tribus, sus costumbres y su cultura para enfrentarse a un mundo desconocido que, en la mayoría de los casos, les condenaron a la marginación, los vicios, la enfermedad y la muerte.

En la primavera de 1900, llegaron a Madrid un grupo de esquimales, en una gira europea con motivo de la Exposición Universal de París.

Fueron un grupo de esquimales que no superaban los treinta individuos, uno de ellos, nació en Madrid, una niña llamada Enuksik.
Los esquimales fueron expuestos en el Retiro, en chozas hechas con huesos de ballena y pieles de foca. Allí realizaban las tareas propias de su pueblo como el curtido de pieles, adiestramiento de perros de trineo y demostraciones de caza con arpones.

La gente acudía en masa para ver a estos “salvajes” previo pago de una peseta, un precio muy caro para la época y muy lucrativo para los empresarios que se dedicaban a este deleznable negocio.
La vida que llevaron en Madrid no fue fácil para los esquimales, el sofocante calor primaveral no era compatible con las ropas elaboradas con pieles que los esquimales lucían.

Existen pocos datos de las impresiones de los esquimales sobre su estancia en Madrid, sólo algunas en las que elogian la belleza de las españolas y su queja por la poca frescura del pescado.

La impresión que se llevaron los madrileños de la época es más abundante y para todos los gustos. Hubo quien hacía chistes sobre su vestimenta y su obsesión por el tabaco, algunos afirmaban que eran un reclamo publicitario de Tabacalera, otros dudaban de su autenticidad y aseguraban que no eran esquimales, que eran actores. Uno de los motivos por los que dudaban de la autenticidad pudo ser por la existencia de una niña esquimal que se hizo muy popular y querida. De ella se dijeron muchas cosas, incluso que físicamente podría ser española, concretamente manchega.

También hubo críticas, que hablaban de la inmoralidad de los madrileños que, siendo más refinados que los esquimales, eran más depravados y poco respetuosos con sus mayores, poniendo de ejemplo el respeto que demostraban los esquimales a sus mayores.

Los esquimales, después de pasar por diferentes capitales europeas, se les perdió la pista. Se sabe que sólo cinco o seis volvieron a su hogar, más pobres y desgraciados que cuando lo abandonaron, el resto del grupo se quedaron por el camino, no pudieron resistir las penalidades ni la enfermedad.

Foto: La Ilustración Española y Americana
Fuente: Revista Universidad Complutense de Madrid