Hace unas décadas se pusieron de moda una serie de libros en los que tú eras el que decidía como debía terminar la historia. Después se pusieron muy de moda los juegos de rol, donde se podía adoptar una personalidad muy diferente a la tuya y experimentar historias de todo tipo. En la actualidad, la tecnología es la que nos permite jugar y vivir todo tipo de historias pero, ¿qué pasaba cuando nada de esto existía?

Buceando por la Hemeroteca Nacional me he topado con un artículo que me ha llamado la atención, aparece publicado en 1936 y en él se habla del C.I.V.I. (Centro de Imaginación y Vida Intensa). Al principio lo que leía me resultaba curioso, después interesante y finalmente me pareció una buena idea, claro que con limitaciones, esa idea se llamaba CIVI pero ¿qué era el CIVI?

En verano de 1935 un misterioso señor que no da su nombre y que dice haber vivido en Hollywood durante muchos años haciendo todo tipo de trabajos, crea en Madrid una agencia llamada Centro de Imaginación y Vida Intensa. El fin de esta agencia no es otro que el de suministrar a la gente harta de sus anodinas vidas, extrañas y emocionantes situaciones que bien podrían ser parte del guión de una película o de una novela. La historia tendría un comienzo pero no tendría fin. Por poner un ejemplo, imagina que eres un fan absoluto de las películas de espionaje y siempre has deseado ser el protagonista de una de esas películas, pues bien, aquella agencia se ocupaba de crear una historia en la que de una manera casual te haría partícipe, viviendo situaciones que jamás habrías imaginado en tu día a día.

El creador de CIVI afirmaba a la prensa de la época que su idea tuvo muy buena acogida, a los pocos meses de crear la agencia más de cincuenta personas se habían suscrito a esta particular forma de vivir la vida. Afirmaba que mucha gente llevaba una vida gris y triste y que por un módico precio, podría poner un poco de emoción a su existencia. 

Para vivir estas prometedoras situaciones sólo era necesario ser mayor de edad, rellenar un formulario en el que se detallaban sus aficiones y los gustos cinematográficos o novelescos del interesado. Por último, suscribirse y pagar una cuota que podría ser mensual, trimestral o anual, eso según las ganas de cada cual. Hecho esto, un grupo de guionistas y actores se ponían manos a la obra. Desarrollaban una trama en la que el interesado se veía envuelto en una serie de acontecimientos fantásticos y sorprendentes, eso sí, de una forma intangible. El responsable de CIVI aseguraba que todos sus clientes quedaban muy satisfechos y que jamás las aventuras creadas por CIVI disgustaban a nadie ni dejaban mal sabor de boca.


Ignoro las tramas de las aventuras que esta agencia desarrolló para los madrileños de aquella época, sería fantástico el poder conocer alguna de ellas. Tampoco he podido averiguar cuánto tiempo estuvo CIVI funcionando, sospecho que el fin de esta estupenda idea y el fin de las aburridas vidas de los clientes que acudían a ella lo puso meses más tarde y de forma tangible la Guerra Civil.




Fuente y fotos: La Estampa / Mayo 1936