Encontrados los restos mortales de uno de los grandes de la literatura del Siglo de Oro español. Francisco Gómez de Quevedo y Santibáñez Villegas, nacido en Madrid el 17 de septiembre de 1580 y fallecido el 8 de septiembre de 1645 en Villanueva de los Infantes (Ciudad Real).
Un equipo de la Universidad Complutense de Madrid (UCM) ha recuperado e identificado los restos de Quevedo, que se encuentran cripta de Santo Tomás de la parroquia de San Andrés Apóstol de Villanueva de los Infantes.

Los huesos de Quevedo estaban junto a huesos de animales, de niños y otros restos humanos. Se hizo una selectiva búsqueda hasta encontrar los huesos que cumplían con el perfil del genial escritor.
Un fémur doblado fue decisivo para la localización de los restos mortales. Quevedo padecía una gran cojera.
El total de piezas óseas que corresponden al escritor son diez, una clavícula, un húmero, varias vértebras y los dos fémures.
Todos estos restos corresponden a una persona que, como Quevedo, medía 165 centímetros y tenía una edad que rondaba los 65 años, edad en la que falleció.

Personajes de su época decribían a Quevedo como un hombre de mediana estatura, pelo negro y algo encrespado, la frente grande, ojos muy vivos, nariz y demás miembros proporcionados y de medio cuerpo arriba fue bien hecho, aunque cojo y lisiado de pies, que los tenía torcidos hacia dentro.
No se sabe qué nueva ubicación tendrán los huesos de Quevedo, posiblemente vuelvan al lugar donde se encontraron.

Como anécdota, decir que Quevedo no fue enterrado en el lugar que quería ser enterrado. Dejó escrito que deseaba ser enterrado en la iglesia del convento de Santo Domingo, de Villanueva de los Infantes, hasta que pudiera ser trasladado al convento de Santo Domingo el Real de Madrid, donde reposaban los restos de su hermana Margarita. Al morir Quevedo, los dominicos se negaron a inhumarlo de su convento. Fue cuando una familia de Villanueva de los Infantes, decidió hacerse cargo del cadáver depositándolo en su cripta de la parroquia de San Andrés.
En el siglo XVIII, se solicitaron los restos de Quevedo para depositarlos en el Panteón de Hombres Ilustres de Madrid, pero no se pudo realizar ya que en aquellos tiempos era imposible determinar la localización de los huesos.

Se cuenta que su tumba fue profanada días después por un caballero que deseaba tener las espuelas de oro con que había sido enterrado y que dicho caballero murió al poco en justo castigo por tal atrevimiento.

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