Uno de los personajes más conocidos, que mejor conoce Madrid, que nos visita continuamente y que, además, pasa largas temporadas en la ciudad es, Satanás, gran admirador de Madrid y de la noche madrileña, la más animada de Europa.

Se sabe que vino a Madrid por primera vez en tiempos de los moros y desde entonces suele visitarnos muy a menudo, hay quien dice que vive aquí desde hace muchos años, pero eso es algo que nadie puede confirmar.
Al Diablo se le ha visto en todos los siglos desde que Madrid es Madrid, que no Madriz. Se le vio una vez volando de tejado en tejado, en otra ocasión raptó a una monja visionaria, también se dio el caso de poseer a una noble, incluso solía aparecerse a unos los monjes del Paular para atormentarles.

No siempre se aparece para fastidiar, una vez, posiblemente por su amor a la ciudad, colocó las campanas de la iglesia de San Pedro el Viejo, unas campanas que nadie podía subir al campanario y él, de la noche a la mañana las colocó en un decir amén, bueno, es posible que no dijese amén pero sí alguna palabra corta.

Es tan habitual ver al Demonio por Madrid que no es extraño que tenga su propio monumento en uno de los parques más bonitos de la ciudad, además de otros pequeños monumentos en honor de tan insigne personaje.

Satanás, por razones obvias, es muy suyo a la hora de hacer declaraciones, no suele aparecer en los medios de comunicación y como divo que es, vive su vida al margen de los demás, sin hacer mucho ruido, sólo el necesario para hacerse notar con alguna que otra extravagancia.

Sólo un par de veces el Demonio tuvo el arrojo de hacer declaraciones en público, una de ellas con una monja visionaria a la que contó ciertos chismes de la Casa Real que provocaron no pocos problemas a la monja y a la Corona. La segunda vez fue la que le hizo tomar la decisión de no volver a decir, esta boca es mía, y mucho menos meterse en política, ¡una y no más Santo Tomás! La historia fue más o menos así:

Entre 1756 y 1760 el arquitecto Ventura Rodríguez fue el encargado del proyecto las obras de lo que sería la Real Casa de Correos, hoy sede de la Comunidad de Madrid. Para los que no conozcan Madrid, es el edificio de la Puerta del Sol con el reloj que da las campanadas de fin de año.
En 1768, Carlos III decidió cambiar de arquitecto y puso al frente de las obras al arquitecto francés Jaime Marquet, para enfado del propio Ventura Rodríguez y el cachondeo de la población que no veían con buenos ojos que un francés se ocupase de estas obras.

Parece ser que al mismísimo Satanás también le molestó que un francés le quitara el puesto a un español, Satán, que por aquella época tenía ya un cariño especial por España y por Madrid en particular, decidió poner freno a tamaña tropelía.
Un buen día, estaban los albañiles trabajando en la Casa de Correos cuando de la nada apareció súbitamente el Diablo, visiblemente enfadado, les dijo a los albañiles que el edificio que estaban construyendo estaba maldito y que era propiedad de los Infiernos. En tono más que amenazante, les dijo que todo aquel que estuviese relacionado con la construcción del edificio estaría condenado al fuego eterno.

Los albañiles, asustados y temerosos de la maldición se negaron a trabajar, nadie quería trabajar en aquel edificio maldito.
Al final, para poner fin a esa situación, las autoridades contrataron a un sacerdote llamado López que allí permaneció durante todo el tiempo que duraron las obras para tranquilidad de los albañiles.

Pasado un tiempo, antes de la finalización de las obras, uno de los albañiles relató lo sucedido y dijo algo que quitó toda credibilidad a la aparición del Demonio. Dijo que además de amenazarles con el fuego eterno, les dijo que la culpa de todo era de quien había contratado a un francés y haber dejado a un español fuera del proyecto, les llamó antipatriotas y les dijo que eran unos malos españoles.

Después de esta metedura de pata, que le hizo perder toda credibilidad, Satanás dejó de meterse en política y sus apariciones posteriores fueron mucho más discretas.

¡Si no se puede creer a un mortal político, cómo creer a un diablo metido a político!