Todo el mundo sabe que los caballos son herbívoros, todos menos uno, el caballo que es montado por el rey Felipe III y que se encuentra en el centro de la Plaza Mayor.
La escultura fue realizada a principios del siglo XVII y fue un regalo del Gran Duque de Florencia al monarca español.
En un principio la estatua estaba en la Casa de Campo hasta que en 1848, la reina Isabel II ordenó el traslado a la Plaza Mayor.
Durante todos estos siglos el caballo se alimentó de cientos de gorriones y otros pajarillos que tuvieron la desgracia de meterse en su boca para buscar cobijo, los incautos pájaros en vez de cobijo encontraban una trampa mortal. Los pobres pájaros quedaban atrapados en el interior de la estatua, en la más absoluta oscuridad y sin escapatoria, esperando una muerte larga, cruel y anónima.
Obviamente nadie sabía que esto ocurría hasta que en 1931, nada más declararse la II República, un grupo de exaltados, de esos que siempre hay, ya que son atemporales pues la brutalidad no tiene fecha de caducidad, pues a unos exaltados no se les ocurrió otra cosa que derribar la estatua y hacerla pedazos, fue así como se descubrió un verdadero cementerio de pajarillos en el interior del caballo.
Cientos y cientos de pequeños esqueletos y plumas salieron a la luz para asombro de los que presenciaron la escena, exaltados incluidos.
Al finalizar la Guerra Civil se restauró la estatua y aprovecharon para sellar la boca al caballo impidiendo así que otros miles de pájaros corrieran la misma suerte.