Un año más, Madrid recupera el sabor a pueblo gracias a la Fiesta de la Trashumancia que, cada año tiene más adeptos, y es que es una gozada ver la ciudad invadida de ovejas al ritmo de las gaitas, dulzainas y tambores.

Este año me he situado en Cibeles para poder disfrutar del espectáculo, además, gracias a la amplitud de la plaza no hay que luchar con los aguerridos jubilados que con su fuerza sobrenatural aguantan cualquier condición meteorológica o adversidad.

A eso de las 12:05 hacían acto de presencia los primeros pastores, acompañados de sus perros, mastines españoles, una raza muy apropiada para el pastoreo por su fortaleza y su instinto protector. Son capaces de enfrentarse incluso al lobo, eso les convierte en perros idóneos para este trabajo.

Grupos de pastores de diversas regiones de España, desfilaban ataviados con sus trajes típicos al ritmo de los tambores y las gaitas que animaban el recorrido, algunos se animaban a bailar jotas y algún que otro espontáneo les acompañaba en la danza.

El ganado vacuno también estuvo presente…

Más pastores.

Y las protagonistas ¡las ovejas! Que fueron recibidas con aplausos.

Estas ovejas deben estar muy acostumbradas a este tipo de recibimientos porque se las veía muy crecidas y orgullosas, también algo ingratas porque no tuvieron la decencia de hacer ni una reverencia al respetable.
Y es que cuando se le sube a alguien la fama a la cabeza ya se sabe, estas ovejas están borrachas de fama.