El Congreso de los Diputados es el órgano constitucional que representa al pueblo español. Allí los políticos se afanan, la gran mayoría de las veces, en hacernos la vida imposible a los españoles, intentando hacernos creer que todo lo hacen por el bien de España y convencidos de ser los representantes del pueblo español.

Posiblemente los elementos que mejor representan a los españoles no son los políticos del Congreso, son los dos leones que flanquean su fachada, conocidos por los nombres de Daoíz y Velarde, nuestros héroes del 2 de Mayo de 1808.

La historia de estos leones y de sus antecesores, es todo un rosario de situaciones absurdas, grotescas y en ocasiones cómicas, pero con un marcadísimo estilo español. En mi opinión, no hay nada más español que los leones de las cortes.

Cuando se inauguró el edificio en 1850 comenzaron los problemas, los parlamentarios, tan sibaritas como los de hoy, empezaron a poner pegas, que si la luz no les gustaba, que si ese color de las paredes era muy soso, que si tal y cual.
Donde hoy se encuentran los leones, se colocaron unas grandes farolas que al parecer, tampoco eran del agrado de los parlamentarios. Sin saber qué poner en ese lugar, decidieron solicitar los servicios de Ponciano Ponzano uno de los escultores que más de moda estaban en aquella época y que, además de trabajar muy bien, era rápido en la ejecución de sus obras.

A Ponzano no se le ocurrió otra cosa que poner un par de leones, imagino que por ser un animal majestuoso y ser además símbolo de España.
Los diputados quedaron encantadísimos con la idea, pero como España no estaba precisamente para muchos gastos extras, pero sí para pagar a la siempre bien pagada clase política, decidieron que los leones fueran de yeso y pintados con una manita de pintura que simulase el bronce.

Foto: J.Laurent

En 1851 se colocaron estos leones de quiero y no puedo, con la ovación de todos. No hace falta tener muchas luces para adivinar que los días de esos leones estaban contados.
Poco más de un año después de la colocación de los felinos, se encontraban en un estado deplorable.
La prensa de la época empezó a protestar por el lamentable estado de los leones, después, los políticos, indignadísimos y sin tener el más mínimo sentido de su responsabilidad en la chapucería leonina, protestaron y pidieron que los leones fueran fundidos en bronce como Dios manda.

Una vez más se pusieron en contacto con Ponzano para que se encargase de los leones, esta vez en bronce. Ponzano, que veía que se podría sacar unos cuartos extras con el proyecto y como dijo una ministra hace bien poco, “el dinero público no es de nadie”, Ponzano, pensando igual que la actual ministra, dio un presupuesto excesivamente caro, tanto que los diputados decidieron mandar con viento fresco a Ponzano y a sus leones de yeso.

Una vez más, los políticos de la época, tan eficientes como ahora y con la misma mentalidad de pensar siempre en pequeño, decidieron poner dos leones en piedra, para ello encargaron la obra a José Bellver.
La puesta en escena de los leones de Bellver fue un fracaso, eran feos y pequeños, más que leones parecían dos perros falderos cabreados. Después de infinidad de protestas y cachondeo general, vendieron los leones y se acabó el problema.

Mientras que España se encontraba en plena decadencia y cada día más empobrecida, los políticos se enzarzaban en acalorados debates por culpa de los leones. Al final recurrieron al socorrido ejército, imagino que más por motivos económicos que patrióticos.
El ejército estudió el proyecto y se puso en contacto con una fundición de Sevilla, pero por extrañas razones, en Sevilla dijeron que eso era muy complicado, que ellos estaban para hacer armas y no tenían los medios necesarios para hacer grandes estatuas. La única solución era que fueran fundidos en París.

La reina Isabel II, al oír lo de París le cambió “la color”. Hay que recordar que unas décadas antes España había sufrido la invasión napoleónica y los franceses no eran precisamente muy queridos por los españoles.
Finalmente la reina, que estaba hecha un basilisco, dijo que sería una vergüenza para España que un símbolo del parlamento español fuese realizado en el extranjero, así que sin importarle el coste, ordenó que se fundieran en Sevilla.

Como no había dinero, decidieron fundir unos cañones incautados en la Guerra de Marruecos que fueron llevados a España como botín de guerra.
Después de muchos problemas por la aleación del bronce, los leones fueron fundidos bajo la supervisión de Ponzano, que ya había llegado a un acuerdo con el gobierno.

En 1865 los leones, nacidos de los cañones del enemigo, vieron la luz. Esta vez, todo eran alabanzas, todo el mundo estaba contentísimo con los leones, incluida la reina.
Los leones fueron trasladados a Madrid y… ¡oh sorpresa! Un grupo de parlamentarios empezó a criticar el origen guerrero del bronce, argumentando que eran indignos por estar realizados con los cañones de una guerra imperialista, algo que se alejaba muy mucho de los ideales de pazzz que deberían representar el congreso de los diputados.
La trifulca llegó a tal extremo que se hablaba incluso de la destrucción de los leones o de su venta. Finalmente, los parlamentarios dejaron sus majaderías para otros menesteres, y en 1872 se colocaron en el lugar que ocupan en la actualidad.

Si has tenido paciencia en leer toda esta entrada, imagino que ya sabrás el motivo por el que creo que los leones son el elemento que mejor representa a España.