El 20 de junio de 1994, J.L. Martín circulaba por la carretera N-IV con destino a Andalucía para pasar unos días de vacaciones. A la altura del Cerro de los Ángeles, algo impactó en su coche provocando un accidente.

Lo que impactó en el coche fue una piedra negra de casi 14 centímetros de longitud que chocó contra el parabrisas, fundiendo parte del cristal, chocando después contra el volante, doblándolo, para luego rebotar en el techo del auto y caer finalmente en una bolsa de deportes rompiendo una cámara de fotos y el dedo de J. L. Martín que, afortunadamente, no sufrió más daños pero sí un susto tremendo.

El conductor guardó la roca, que estaba bastante caliente, como prueba, para dar parte a la compañía de seguros. Debido al extraño aspecto de la roca, acabó en el Museo de Ciencias Naturales para que fuese examinada por expertos ya que podría tratarse de un meteorito.

Los primeros análisis dejaron asombrados a todos, aquella roca no era un meteorito y tampoco pertenecía a la Tierra. Se pensó en la posibilidad de que se tratase de un nuevo tipo de meteorito desconocido para la ciencia, así que realizaron más pruebas por científicos estadounidenses y canadienses realizando análisis exhaustivos que pudieran arrojar luz sobre su composición y su origen.

Después de realizar infinidad de pruebas y análisis, se certificó que estaba compuesta por silicatos de calcio, óxido de hierro y cobre. La composición química no correspondía a ninguna roca terrestre conocida y parecía tratarse de una mezcla artificial de rocas conocidas.

Unos años después, los científicos confirmaron que aquella roca no era un meteorito y todavía hoy no se sabe qué es aquella roca ni su origen.

Foto: micro-esfera vítrea de la roca de Getafe.(MNCN)