La fuente de la Cibeles es, como todo el mundo sabe, uno de los símbolos de Madrid. Desde 1782 la diosa protege la ciudad y observa desde su carro, sin pestañear, la vida cotidiana de los madrileños. A su alrededor, todo o casi todo ha cambiado con el paso del tiempo. Fue lugar de reunión de las aguadoras, fue testigo del paso del primer tranvía, los primeros coches a motor e incluso estuvo acompañada de otros elementos como un grifo y un oso que hoy reposan en el Museo de los Orígenes. También ella cambió de posición y apartó de su vista al dios Neptuno para mirar a La Gran Vía, la avenida más famosa y animada de España.

Hoy la Cibeles tiene una apariencia muy similar a la que tuvo en su origen, excepto por un detalle, los dos amorcillos, obra de Miguel Ángel Trilles y Antonio Parera, que se encuentran en la parte trasera de su carro. Estos amorcillos, que si los miras de cerca son realmente feos. Fueron añadidos en 1895, posiblemente para ocultar esa parte del carro que estaba algo deteriorada.

Se cree que estos amorcillos salieron de un cuadro del pintor flamenco Brueghel “el Viejo” que se encuentra en el Museo del Prado. El cuadro se llama Cibeles y las Estaciones. En el vemos a dos ninfas rodeadas por un grupo de amorcillos realizando una ofrenda a la diosa Cibeles.

Si nos fijamos bien en el cuadro, en el centro, donde se encuentra Cibeles hay cinco amorcillos, dos de ellos a los pies de la diosa en una posición muy pero que muy parecida a la que tienen los amorcillos de la fuente.

¿Se trata de los mismos amorcillos? Parece ser que sí, pero esta es una más de las leyendas de Madrid.

Foto del cuadro: Museo del Prado