El otro día Miguel hablaba en su blog de uno de los parques más bonitos de Madrid y al que tengo un cariño especial por haber pasado allí parte de mi infancia, se trata del parque de la Fuente del Berro.
No voy hablar de la historia del parque, para ello os recomiendo leer el post de Miguel, sólo contaré una pequeña y personal historia del parque, uno de los rincones que considero parte de “mi Madrid”.
A mediados de los años setenta, todos los sábados visitábamos a mi abuela y a mi tío que vivían muy cerca del parque de la Fuente del Berro, me encantaba ir allí y dar de comer a los patos y perseguir a los pavos reales.
Solíamos ir mi hermana y yo acompañados de mi tío. El recorrido casi siempre era el mismo, primera parada, dar de comer a los patos, que devoraban ansiosos los trozos de pan duro que les echábamos, después jugábamos en los columpios, comíamos algunas chucherías y siempre terminábamos la visita en la Fuente del Hombre. Se trataba de una estatua de un señor barbudo, que entre sus piernas tenía un cántaro del que salía agua. De mayor supe que esta estatua no era otra cosa que la representación de un río, posiblemente del río Manzanares, no sólo por el mísero reguero de agua que salía del cántaro, supongo que se trata del Manzanares porque detrás de la fuente hay una placita con un escudo de la ciudad de Madrid.
Visitar la fuente del hombre era parada obligatoria, por alguna extraña razón, mi hermana y yo pedíamos ir a verle siempre que íbamos allí. No era una fuente cualquiera, era una fuente mágica y parte de esa magia eran las historias que mi tío nos contaba de ella.
Para nosotros, la fuente del hombre era un señor encantado, otras veces era un guardián del parque petrificado, o cualquier otra cosa que a mi tío se le ocurriese y que nosotros nos creíamos, no nos importaba que la historia fuese diferente cada día o totalmente absurda, lo importante era que era mágica.
Pasaron los años, fui creciendo y mis visitas al parque fueron muy pero que muy esporádicas. A finales de los ochenta, si no recuerdo mal, volví al parque, fui para recordar viejos tiempos, ya no daba de comer a los patos ni acosaba a los pobres pavos reales. Igual que hacía de pequeño, al finalizar el recorrido fui a ver la fuente del hombre. Todo estaba igual, excepto el señor barbudo de la fuente que había sido decapitado vilmente por algún salvaje.
Salí del parque con la pena de haber perdido algo, lógicamente aquella estatua decapitada no era mía pero sí eran míos los recuerdos y las historias que allí había escuchado, el pobre hombre de la fuente perdió sus poderes mágicos y no pudo evitar ser decapitado.
Años más tarde volví al parque, esta vez el recorrido fue diferente, la primera parada fue a la fuente del hombre, al llegar allí la estatua ya no estaba, desapareció, posiblemente se fue de allí, sin su cabeza y se encuentra escondido en algún lugar de Madrid.
Actualmente la fuente del hombre sigue desaparecida, creo que me he acostumbrado a ver aquel lugar vacío, sin aquel mágico señor barbudo de mirada seria, por desgracia, recientemente, mi tío también se fue.
No hace mucho estuve allí y volví a quedarme un rato en aquel lugar, no sé si por nostalgia o esperando escuchar alguna historia mágica.
Quiero dar las gracias infinitas a Mercedes por regalarme un trocito de mis recuerdos.
Hace 4 semanas