San Jerónimo el Real se encuentra a pocos metros del Museo del Prado, sobre una pequeña colina. Su ubicación se la debemos a los arquitectos de la época y a unos seres alados que no son ángeles, son los mosquitos.
Anterior al actual San Jerónimo, hubo un monasterio jerónimo a las orillas del río Manzanares, fundado en 1463 por Enrique IV, hermano de Isabel la Católica. Debido al escaso caudal del Manzanares y al estancamiento continuo de las aguas, los mosquitos proliferaban con el buen tiempo, provocando a los monjes que habitaban el monasterio enfermedades y picaduras constantes, así que a principios del siglo XVI se construyó un nuevo monasterio esta vez alejado del Manzanares, en un sitio elevado y con aires puros. Ese lugar no era otro que en emplazamiento actual de la iglesia.
En el siglo XVI, los alrededores de San Jerónimo el Real estaban cubiertos de olivares y campos de labor, además, la zona contaba con numerosos manantiales que podían regar las huertas de los monjes.
En 1505 se terminó de construir la iglesia, que fue la primera de Madrid de estilo gótico-renacentista, posteriormente se le añadieron dos claustros, de ellos sólo se conserva uno y forma parte del Museo del Prado, el otro se perdió para siempre.
San Jerónimo también contaba con una hospedería muy utilizada por el séquito de los Reyes Católicos, además del monasterio donde habitaban los frailes.
Durante varios siglos el monasterio fue creciendo y enriqueciéndose gracias a la realeza, pero sus días de gloria acabaron bruscamente con la invasión napoleónica. Las tropas de Napoleón expoliaron la gran mayoría de las riquezas del monasterio y lo convirtieron en lugar de acuartelamiento.
Después de la Guerra de la Independencia y tras la expulsión del ejército de Napoleón el monasterio estaba totalmente arruinado. Debido a lo costosa que podía ser la restauración, el rey Fernando VII ordenó demoler el monasterio y conservó la iglesia que, una vez más, se convirtió en un cuartel de artillería.
No sería hasta bien entrado el siglo XIX, cuando el rey consorte Don Francisco de Asís y de Borbón, un personaje de gran sensibilidad, decidió recuperar la iglesia de San Jerónimo, junto a otras iglesias madrileñas que corrieron una suerte similar.
San Jerónimo el Real es uno de los templos madrileños con más solera y es un lugar de visita obligada para todos los turistas que vienen a Madrid.