El pasado sábado por la noche, miles de jóvenes de la madrileña localidad de Pozuelo de Alarcón, les dio por celebrar un botellón salvaje, que acabó con la quema de dos coches de policía, numerosos heridos, entre ellos 10 policías y 20 detenidos.

Desde el sábado, todos los medios de comunicación hablan de estos pijoborrokas y se echan las manos a la cabeza porque no entienden que en una población como Pozuelo, que cuenta con la renta per cápita más alta de España y de las más altas de Europa, ocurran estas cosas.
Es posible que el escándalo y la expectación sea porque el perfil de los autores de estos actos vandálicos son jóvenes de clase acomodada. Tradicionalmente, los protagonistas de este tipo de altercados son obra de grupos antisistema o radicales de izquierda.

¿Por qué se extraña la sociedad y los medios de comunicación? la respuesta es muy sencilla, la estupidez no entiende de clases. La estupidez es muy democrática, no entiende ni de ideologías, ni de religiones, el que es estúpido lo es en Pozuelo o en los más bajos fondos de la ciudad.
No hay duda de que los pijoborrokas de Pozuelo son estúpidos, pero lo que sorprende es que la estupidez está más extendida de lo que pensaba. ¿Por qué si ocurren estos mismos altercados en zonas menos favorecidas que Pozuelo los medios de comunicación no le prestan tanta atención? La respuesta es sencilla, vivimos en una sociedad estúpida, tan estúpida que no ve su propia estupidez.

Los políticos son, posiblemente, los más estúpidos, tanto que llegan a ser estúpidos peligrosos. Los políticos que defienden, justifican o utilizan el botellón como arma electoral con argumentos absurdos, son estúpidos, los que no ponen medios para erradicar esta "costumbre" tercermundista, además de inútiles son estúpidos.

El colmo de la estupidez viene de la mano de los que dictan y aplican las leyes, que dejan en libertad a los pocos detenidos para que puedan contar a sus amigos lo guay y superfuertequetecagas que es pasar una noche en las dependencias policiales.

Con los incidentes de Pozuelo, ya podemos decir que la estupidez está oficialmente democratizada e institucionalizada, no hace falta irse a barrios marginales ni a protestas antisistema para disfrutar de un bonito espectáculo en el que los instintos más primarios se desatan.

Foto : El País