El próximo día 18 de julio se cumplen 75 años del alzamiento militar que llevó a España a una larga y cruenta guerra civil de la que, por extraño que parezca, todavía quedan heridas que no están cerradas.

Madrid, como capital de España, fue la ciudad que más sufrió las consecuencias de la guerra. El continuo asedio por parte de los insurgentes, los terribles bombardeos de la aviación italiana y alemana, que daban su apoyo al bando nacional, habría que añadir la limpieza ideológica que sufrieron los madrileños. Los continuos “paseos” que no eran otra cosa que arbitrarios fusilamientos nocturnos, así como la proliferación de checas por toda la ciudad, sumieron a la población en un estado continuo de terror.

La sociedad madrileña de los años treinta era una sociedad marcada por la agitación política, las desigualdades y por la lucha de clases, el caldo de cultivo perfecto para el radicalismo más extremo, en el que sólo cabían dos posturas, el fascismo y el comunismo, ambas igual de dañinas y criminales.

Con motivo de este aniversario, he creado una nueva sección llamada, Madrid en Guerra, en ella aparecerán fotos, historias o documentos que recordarán aquellos años. Como no tengo ninguna gana de crear polémicas, ni creo que merezca la pena abrir debates sobre lo ocurrido, no voy a centrarme en los hechos históricos que todos conocemos, para eso ya hay miles de libros que hablan de la guerra, me centraré en las pequeñas historias cotidianas de la vida de los madrileños.

La vida en Madrid en las horas previas a la guerra

En julio 1936 ni la sociedad madrileña, ni la española en general, vivía su mejor momento, las huelgas, el paro, la violencia y el radical ambiente político, se dejaba sentir en todos los aspectos de la vida pero, pese a ello, los madrileños intentaban vivir ajenos al desastre que se avecinaba.

El tórrido verano madrileño invitaba a los capitalinos a buscar un lugar donde huir del calor, en las revistas de la época aparecían destinos vacacionales de todo tipo y para todos los bolsillos.

Igual que hoy, los anuncios de protectores solares invadían la prensa madrileña.

Entre ellos la popular Nivea y una loción llamada Gemey hecha con crema de pepinos ya que, según dice la publicidad, el Sol en el campo es mucho más fuerte que en el mar.

Para los que se quedaban en la ciudad, que era la mayoría, había otras opciones para disfrutar del verano, como los bailes al aire libre que se pusieron muy de moda en aquellos años.

El mismo día del alzamiento, en los cines madrileños se podían ver películas como Sangre de Circo en el Cine Callao o El Héroe público número 1, que anunciaba a bombo y platillo el Cine Capitol.

Los teatros también funcionaban con un género al que eran muy aficionados los madrileños, la revista. Aquel 18 de julio de 1936 en el Teatro Colisevm, Celia Gámez triunfaba con su revista Las siete en Punto.

Celia Gámez fue una de las grandes pero, también surgieron otras figuras que, quedaron en el olvido como la vedette Olvido Rodríguez, una madrileña que, según la prensa, se caracterizaba por su gracia y simpatía, fue muy popular pese a ser nueva en la compañía del desaparecido Teatro Chueca.

Los toros era otra de las grandes aficiones, tanto como lo es hoy el fútbol. En todos los periódicos existía una amplia sección dedicada al mundo taurino que, en ocasiones, sorprendían con figuras del toreo poco comunes, como la aparición de mujeres torero que, amparándose en los nuevos derechos adquiridos con la II República, reclamaban su parcela en este exclusivo mundo masculino, como el caso de Carmen Murillo, una de las primeras mujeres torero de España.

Y hablando de medios de comunicación, una de las cosas que se podían ver en todos los periódicos y revistas de aquellos años era un aviso que indicaba a los lectores de la presencia de los censores en los medios.
Estas son algunas pinceladas de cómo era la vida madrileña en julio de 1936.

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Imágenes procedentes de Mundo Gráfico y Crónica de 1936