Hoy he podido acceder al Hotel Madrid, ocupado desde el pasado sábado por miembros que dicen pertenecer al movimiento del 15M, así fue mi visita.
Nada más llegar a la zona me encontré con la fachada del hotel tal y como se puede ver en la foto, cubierta con infinidad de pancartas reivindicativas. Por la mañana, antes de que se abriesen las puertas del hotel al público en general, hoy era un día de “puertas abiertas”, la entrada principal se encontraba abierta pero custodiada por un par de personas que parecían un poco reacios a dejar pasar a los curiosos que estábamos allí y que queríamos entrar. Una chica, que imagino que sería una de las encargadas de manejar la situación, me ha permitido finalmente entrar en el hotel, pero con la condición de acceder sólo a la primera planta, parece ser que el paso al resto de las plantas está vetado por ellos.
Nada más entrar me topé con un pequeño y decadente hall, con la mayoría de las paredes cubiertas por espejos, supongo que diseñado así para dar una sensación de amplitud a tan minúscula estancia. En algunos de los espejos había grandes carteles rotulados con consignas reivindicativas y en una de las paredes, a la izquierda, se podía ver una bandera negra con el símbolo del movimiento okupa de fabricación artesana.
Una vez dentro, he subido las escaleras hacia la primera planta y allí había bastante actividad. A la entrada también había muchos carteles, en este caso carteles orientativos en relación a los usos que se han dado a cada estancia. Me encaminé hacia una puerta que hay a mano izquierda y allí se encontraba lo que antaño fue el bar del hotel, cuya barra estaba llena de botellas, un botijo y un chaval que hacía de camarero que hablaba animosamente con un par de tipos que se encontraban allí.
Como todo parecía muy tranquilo, organizado y las pocas personas que había estaban muy afanadas en sus asuntos, me dispuse a dar una vuelta por el resto de la planta, que está compuesta por grandes estancias diáfanas en las que había más de una treintena de personas que dormían plácidamente en el suelo, cubiertos con mantas y acompañados por algún perrillo que correteaba muy alegre y ufano entre los bultos humanos. La escena recordaba un poco a un campamento de refugiados.
Al poco rato encontré a un chaval que parecía ser una especie de informador, así que me acerqué a él y le hice algunas preguntas. El chaval, que no llegaba a los treinta años, parecía dispuesto a responder así que le formulé alguna de las dudas que tenía.
Según me ha contado y como más tarde he podido comprobar, el hotel dispone de luz eléctrica, algo que hace la vida más cómoda a sus habitantes, de lo que no disponen es de agua, parece ser que sólo hay una fuente con escaso caudal.
Al chaval le he preguntado también sobre el uso que pensaban dar al edificio, según sus propias palabras, están a la espera de darle en breve un uso definitivo, dependiendo de lo que se decida en una de las asambleas populares. También le he preguntado cómo se decidió ocupar el hotel y de dónde partió la idea, a esta cuestión no me ha sabido responder, lo que sí que me ha contado es, lo que de todos es sabido, que la empresa propietaria se encuentra en suspensión de pagos y que estaban preparados con su propio gabinete jurídico por si llegase el caso de expulsión, algo que posiblemente se demoraría varios meses.
Una de las cosas que más me han preocupado en mi visita al hotel es la falta o las nulas medidas de seguridad. En caso de producirse un incendio, las vidas de todas esas personas correrían serio peligro. El hotel es un viejo edificio con estructura de madera que, de incendiarse, podría provocar una verdadera catástrofe. En relación a esto, los ocupantes parecen estar muy tranquilos porque, según dicen, se han extremado las medidas de seguridad y, además, cuentan con varios extintores.
La respuesta de los extintores no me ha parecido lo suficientemente tranquilizadora, el hotel lleva cerrado más de dos años y, como todo el mundo sabe, los extintores tienen fecha de caducidad, hay que renovarlos periódicamente, resulta obvio que con más de dos años, un extintor no sirve para nada.
Como no había mucho más que ver, he bajado por las escaleras nuevamente al hall de entrada y, de paso, he intentado hacer unas fotos con el teléfono, en ese momento, uno de los ocupantes del hotel me ha invitado a no hacer fotos, cosa que me ha molestado un poco la verdad.
Una vez abajo he visto que, además, hay una especie de sótano-pasillo que conduce al otro lado de la calle y que, sospecho, que comunica con el viejo y abandonado teatro Albéniz, digo que sospecho porque cuando me disponía a entrar, otro ocupante del edificio me ha invitado a salir de allí.
En vista de que no podía obtener más información y que todo parecía estar condicionado por la asamblea que se iba a celebrar por la tarde, además de que no me dejaban hacer fotos y que tampoco me estaba permitido explorar por mi cuenta el edificio, quien sabe si velando por mi seguridad, decidí abandonar el inmueble y continuar con mis obligaciones diarias.