De la reciente crónica negra madrileña destaca uno de los casos que más llamaron la atención a finales de los años ochenta, se trata de los crímenes cometidos por “El Legionario” en el tristemente famoso “Mesón del Lobo Feroz”.
Un caluroso 22 de agosto de 1987, Santiago S.J.P. madrileño, de 31 años, conocido por el apodo de “El Legionario” por haber estado un tiempo en La Legión, se encontraba trabajando en un bar - restaurante situado en el número nueve la calle Lucientes, en La Latina, muy cerca del Mercado de la Cebada. El local se llamaba El Mesón del Lobo Feroz y estaba regentado por “El Legionario” desde hacía poco más de un año.
Este siniestro personaje tenía fama de broncas e inestable, además, su adicción al alcohol no endulzaba precisamente su personalidad, sólo le convertía en el mejor cliente de su propio negocio y en un asesino en serie.
Aquel 22 de agosto, después de su jornada alcohólico/laboral, cerró el mesón relativamente pronto y se fue derecho a la calle de la Cruz, con el único fin de contratar los servicios de una prostituta.
El Legionario no tardó mucho en toparse con una joven prostituta llamada Mari Luz V. con quien pactó un servicio, y marcharon juntos rumbo al Mesón del Lobo Feroz. Allí, una vez dentro, el Legionario se preparó una copa, otra más, mientras la joven se desnudaba. En el momento de "entrar en materia", el Legionario, según su propia versión, entró en cólera al ver que no podría consumar el acto debido a su problema de impotencia. Según informes forenses, el Legionario era una persona con graves problemas mentales debido a una infancia difícil y una mala relación con su madre, que le provocaron serios trastornos sexuales, entre ellos impotencia.
De lo ocurrido aquel día sólo se sabe lo que el propio asesino contó a la policía. Dijo que tuvieron una discusión, que golpeó a la chica salvajemente mientras ella casi no ofrecía resistencia y, finalmente, el Legionario agarró un cuchillo jamonero con el que apuñaló una y otra vez en el pecho a la mujer. Cuenta el asesino que después de esto no recuerda nada más, sólo que debió perder el conocimiento hasta que, después de unas horas, despertó y se sorprendió al verse cubierto de sangre. El legionario, con toda frialdad, se adecentó como pudo, se preparó una copa, la bebió y se fue a su casa a dormir.
Al día siguiente el mesón estuvo todo el día cerrado al público, algo que a los vecinos del lugar no les molestaba en absoluto ya que, en numerosas ocasiones habían protestado por los ruidos y las broncas constantes que se producían en el mesón.
El Legionario no abrió el negocio pero sí acudió a el para limpiar el escenario del crimen. Todo el local estaba manchado de sangre y en el suelo, cosido a puñaladas se encontraba el cuerpo sin vida de Mari Luz. No se sabe si orgulloso, excitado o aterrado por lo ocurrido, Santiago, el Legionario, limpió minuciosamente todo el local, bajó al sótano con el cuerpo de la joven y cubriéndola con plásticos, ocultó el cadáver entre unas cajas de cervezas.
Después de aquella noche, el Legionario continuó con su rutina diaria hasta que, dos meses después, un 12 de octubre de 1987, haciendo honor al nombre del local que regentaba, el “lobo” salió de “caza”.
Actuando del mismo modo que la vez anterior, se fue a la calle la Cruz en busca de prostitutas, allí encontró a una de ellas, una mujer desconocida por su gremio, algunas prostitutas dijeron que se llamaba Teresa, otras Josefa. Se llamase como se llamase, la pobre mujer sufrió el mismo horror que su antecesora, acabó brutalmente asesinada y apuñalada con el mismo cuchillo jamonero, que ya se había convertido en el arma favorita del Legionario.
Pasaron los días, las semanas y Santiago mantenía su rutina diaria como si nada hubiese pasado, emborrachándose en su propio negocio y trabajando, ¡la de lonchas de jamón que habrán comido los clientes de aquel mesón ignorando que habían sido cortadas con el cuchillo jamonero! el mismo que dio muerte a las desgraciadas prostitutas.
Como no hay dos sin tres, y actuando como un verdadero asesino en serie, dos meses después del último crimen, Santiago, salió nuevamente de caza.
Era la madrugada del 22 de diciembre de 1987, otra vez en la calle Cruz, fue donde el Legionario contactó con Araceli F. una joven prostituta a la que ofreció 5.000 pesetas y el pago del taxi de vuelta por un servicio. Araceli accedió y se fue con él al Mesón del Lobo Feroz que, más que un mesón empezaba a ser un cementerio.
Una vez dentro del local, la historia se repetía de la misma manera. Ella se desnudaba, él se preparaba una copa y, en un determinado momento, Santiago va a la barra del bar, agarra el cuchillo jamonero y, lentamente, disfrutando del momento, se acerca a la víctima para apuñalarla pero, esta vez, los hechos no fueron los mismos. Araceli se enfrentó al asesino con gran fiereza y valor, en el forcejeo, para evitar ser apuñalada en el pecho, la joven agarró con las manos el filo del cuchillo, provocándole una terrible hemorragia. Araceli gritaba, pedía auxilio y luchaba con todas sus fuerzas. Con mucho esfuerzo pudo desarmar al Legionario que, más encolerizado que nunca, trataba de estrangular a Araceli.
Mientras todo esto ocurría, los vecinos, alarmados por el griterío llamaron a la policía que, afortunadamente, llegaron al mesón a tiempo para evitar un nuevo crimen.
Por raro que parezca, Santiago denunció a Araceli por intento de robo, dijo que ella había intentado robar en el local y, curiosamente, la policía le creyó.
Pese a todo, Santiago S.J.P. ingresó en prisión unos meses por este hecho concreto y, una vez puesto en libertad, se trasladó a vivir a una pequeña población madrileña y el Mesón del Lobo Feroz, escenario de aquellos crímenes, se puso en venta.
El nuevo propietario del mesón quiso darle un nuevo uso, así que contrató a unos operarios para la reforma del local. El 23 de enero de 1989, los obreros que trabajaban en la reforma, descubrieron de forma accidental un horrible hallazgo. En una de las paredes del sótano, aparecieron los restos momificados y envueltos con plástico de las prostitutas. Estaban emparedados, cubiertos con yeso y tela de arpillera. El susto de los operarios fue mayúsculo y rápidamente llamaron a la policía que no tardaron en relacionar las muertes con los hechos ocurridos dos años antes.
Los restos momificados de las prostitutas fueron llevados al Laboratorio de Antropología Forense de la Escuela de Medicina Legal de Madrid, allí, el prestigioso forense el Dr. Reverte Coma, analizó los cadáveres y determinó la edad, sexo, raza y fecha exacta de la muerte de las dos mujeres, así como el arma homicida, un cuchillo de un solo filo de 25 cm. de hoja.
De sus estudios pudo determinar también el perfil psicológico del posible homicida, un hombre que posiblemente padeciese un complejo de Edipo no resuelto, sádico, con problemas de alcoholismo, odio a las mujeres y que habría podido tener algún tipo de entrenamiento militar. El perfil se ajustaba casi como un guante a la personalidad de Santiago el Legionario, así que pronto fue localizado por la policía.
El asesino en los interrogatorios reconoció sus crímenes, finalmente fue juzgado y condenado a cumplir una condena de 75 años en prisión por dos homicidios y uno en tentativa.
¿Qué fue del asesino?
Santiago S.J.P. no llegó a cumplir la totalidad de la condena, por extraño que parezca, fue puesto en libertad por buen comportamiento y por los informes que aseguraban que estaba totalmente rehabilitado. En la actualidad vive en una ciudad del sur de España y lleva una vida aparentemente normal.
El Mesón del Lobo Feroz en la actualidad es un negocio dedicado al comercio textil.
Fuentes: El País, ABC
Fotos en B/N: El País