En la plaza del Conde de Miranda se encuentra un hermoso convento fundado en 1606, en el que las religiosas que lo habitan hacen unos dulces muy ricos que se pueden comprar allí mismo, a ser posible por encargo y en los horarios de atención al publico que tienen establecidos, es un convento de clausura, no una pastelería.

Este convento guarda una preciosa e interesante leyenda de apariciones fantasmales que, aprovechando que en breve será el Día de los Difuntos, ésta, y posiblemente las próximas entradas de este blog estarán relacionadas con el Madrid más misterioso y fantasmal.

El Convento del Corpus Christi es conocido popularmente como el Convento de las Carboneras, no porque las religiosas se dediquen a vender carbón, el nombre viene porque en él se encuentra una imagen de la Inmaculada Concepción que fue hallada precisamente en una carbonería.

La fundadora del convento fue Dña. Beatriz Ramírez de Mendoza, una mujer que procedía de la nobleza y que era muy religiosa, se pasaba horas y horas orando. Unos dicen que fue una mujer muy piadosa y otros aseguran que no lo fue tanto.
Sea como fuese, un 4 de noviembre de 1626 a Beatriz le llegó su hora y se fue al mundo de los muertos… bueno, puede que no del todo.

Cuenta la leyenda que después de muerta, Beatriz Ramírez acudía puntualmente al refectorio del convento, donde las monjas comían y después se iba con ellas para rezar el rosario.
Se dice que en vida tenía tanto apego al convento que no quiso abandonarlo después de muerta. Parece ser que estas apariciones eran tan habituales que el resto de las monjas, las vivas, no les perturbaba lo más mínimo la presencia de la difunta fundadora a su lado.

Una de las curiosas costumbres que se hacían en este convento, era que cuando una de las religiosas moría, en el lugar que ocupaba en vida en el refectorio, se colocaba la comida, como si no hubiese muerto y una calavera con un paño negro junto a los cubiertos. Evidentemente los espíritus no comen, así que la comida era entregada a los pobres.