Dory es una chica mexicana que hace poco vino a Madrid, me envía un correo preguntándome por una gran cruz que hay en las inmediaciones del aeropuerto de Barajas, me pregunta si se trata de algún accidente aéreo.

Dory, esa cruz está ahí por unos hechos ocurridos hace 70 años que no tienen nada que ver con accidentes aéreos, a ver cómo lo cuento para no herir sensibilidades.

En España, en estos últimos años estamos viviendo una polémica que mete los dedos en una herida que parecía cerrada y no lo está, no es otra que la Guerra Civil. Todavía hoy hablar de este tema provoca encendidos debates e incluso, en casos extremos, se vuelve a resucitar el odio cainita, algo tan español como la tortilla de patata.

La cruz, como se puede ver en esta captura de Google Earth, es inmensa y está en una loma justo al lado de un grandísimo camposanto en Paracuellos de Jarama, muy cerca del aeropuerto de Barajas.
En esta otra captura he marcado con una línea roja el perímetro del cementerio.

No se trata de un cementerio normal, son siete grandes fosas donde reposan los restos de más de 3.000 personas.

Los hechos ocurrieron entre noviembre y diciembre de 1936, cuando las tropas de Franco se encontraban muy cerca de Madrid y el gobierno de la República, temiendo que los presos se uniesen al bando insurrecto, decidió acabar con ellos realizando las famosas sacas de presos de las cárceles para después fusilarles.

El caso de Paracuellos podemos denominarlo genocidio, en él tuvieron mucho que ver agentes soviéticos. Algunos autores afirman que fue idea de agentes de Stalin, otros directamente señalan a Santiago Carrillo, político comunista que en aquellos días perteneció a la Junta de Defensa de Madrid como máximo responsable de la matanza.
Sobre la responsabilidad que tuvo Carrillo en este episodio hay muchas teorías, él mismo, hace unos días dijo que si tuvo alguna responsabilidad en aquella matanza fue la de no poder evitarla.

Las cárceles de donde procedían los presos asesinados eran la Cárcel Modelo, Porlier, San Antón y la de Ventas.

Los presos pertenecían a diferentes organizaciones católicas, monárquicos, militares insurrectos a la República, escritores, periodistas, religiosos y católicos.

Otro hecho terrible fue que después de la guerra, durante la dictadura, los habitantes de Paracuellos tuvieron que soportar el estar marcados por un hecho del que no eran culpables.

Dory, esto es un resumen de lo que ocurrió allí, muchas gracias por ponerte en contacto conmigo y espero haber despejado tus dudas.

Como ya he dicho antes, este tema es muy espinoso, he estado tentado de no escribir esta entrada porque puede herir sensibilidades. Aquella guerra y la dictadura posterior debe servir para avergonzarnos, no para volver a enfrentarnos.




El vídeo corresponde a una escena de la película de David Trueba, Soldados de Salamina, basada en la novela de de Javier Cercas. Esta escena de la película creo que se ajusta perfectamente a la idea que quiero trasmitir.

Al final de la Guerra Civil, un miliciano canta un pasodoble, Suspiros de España. Justo en el momento en el que el nombre de Dios (palabra prohibida) va a ser nombrado, otro miliciano increpa al soldado para que se calle y vuelva a la garita.
Desde una celda cercana, los prisioneros, nacionales, se ríen de esta anécdota. Entre ellos Rafael Sánchez Mazas, escritor e ideólogo de la Falange que precisamente salva su vida gracias al miliciano que canta.

Esta explicación debería sobrar pero ya que este es un tema todavía provoca escozor en heridas que se suponían cerradas, qué mejor que esta preciosa escena de la película que dice tanto en tan poco tiempo.