Entre las calles de Atocha y la calle del Prado se encuentra la calle del León. Su nombre de debe a que en ella se estableció un indio que tenía un león enjaulado. Se trataba de una atracción de feria con la que el indio se ganaba la vida, por dos maravedís lo mostraba al público. Debió ser tan popular que la calle tomó el nombre de aquella atracción de feria.
También en esta calle estaba situado uno de los famosos mentideros de Madrid, conocido por el mentidero de los Cómicos.
Otra de las curiosidades de esta calle es que en ella hubo en el siglo XVIII, el despacho de pescado, conocido como “fresco”, más famoso de todo Madrid. Uno de los poquísimos lugares donde se podía comprar pescados de mar relativamente frescos.
En aquella época las comunicaciones con los puertos marítimos eran muy malas y el trasporte del pescado de la costa a Madrid era muy lento.
No es de extrañar que el precio del pescado fuese tan alto que se convertía en un verdadero lujo. Se llegaban a pagar hasta doce reales por un besugo que, normalmente no llegaba en muy buenas condiciones a la capital del Reino.
Curiosamente, el besugo es, todavía hoy, uno de los platos estrella en la cena del fin de año, se cocina al horno con unas rodajitas de limón en el costado. Esta costumbre es una reminiscencia de los tiempos pasados en los que los besugos no llegaban muy frescos y por eso se le ponía el limón, para disimular el tufillo que despedía.
Hoy los besugos llegan a las pocas horas de ser capturados, bien frescos pero, seguimos horneándolos con rodajas de limón.
También en esta calle estaba situado uno de los famosos mentideros de Madrid, conocido por el mentidero de los Cómicos.
Otra de las curiosidades de esta calle es que en ella hubo en el siglo XVIII, el despacho de pescado, conocido como “fresco”, más famoso de todo Madrid. Uno de los poquísimos lugares donde se podía comprar pescados de mar relativamente frescos.
En aquella época las comunicaciones con los puertos marítimos eran muy malas y el trasporte del pescado de la costa a Madrid era muy lento.
No es de extrañar que el precio del pescado fuese tan alto que se convertía en un verdadero lujo. Se llegaban a pagar hasta doce reales por un besugo que, normalmente no llegaba en muy buenas condiciones a la capital del Reino.
Curiosamente, el besugo es, todavía hoy, uno de los platos estrella en la cena del fin de año, se cocina al horno con unas rodajitas de limón en el costado. Esta costumbre es una reminiscencia de los tiempos pasados en los que los besugos no llegaban muy frescos y por eso se le ponía el limón, para disimular el tufillo que despedía.
Hoy los besugos llegan a las pocas horas de ser capturados, bien frescos pero, seguimos horneándolos con rodajas de limón.