Nos acercamos a la víspera de Difuntos, un día en el que se recuerda a los que ya no están con nosotros. Hasta hace pocos años, el día de difuntos no era tan festivo como lo es ahora, ni se ponían terroríficas calabazas en nuestras casas, ni se hacían fiestas de disfraces, ni llamaban a tu puerta una legión de niños disfrazados de monstruos pidiendo dinero o caramelos. La globalización y la multiculturalidad han hecho que en Madrid, en este día, puedas asistir a la clásica representación del Tenorio, acudir a una fiesta de calaveras mexicana o vivirla al estilo norteamericano.

Lo que no ha cambiado es el extraño gusto por lo terrorífico, por el miedo, lo sobrenatural. Por este motivo, durante estos días irán apareciendo en este blog algunos post relacionados con el Madrid fantasmagórico y tenebroso.

El cementerio de San Sebastián

En Madrid hay bastantes barrios, plazas e incluso edificios públicos que, pese a que nada nos haga sospechar, en el pasado fueron camposantos. Uno de ellos se encuentra en la zona de Huertas, junto a la Iglesia de San Sebastián.
Antiguamente la mayoría de las iglesias tenían un pequeño cementerio en los que periódicamente se realizaban "mondas" con el fin de extraer los restos de los difuntos más antiguos para enterrar a los nuevos. Esta práctica insalubre se suprimió en el siglo XIX.

Uno de estos cementerios pertenecía a la Iglesia de San Sebastián, justo donde hoy se encuentra un vivero de plantas rodeado por una valla de hierro. Donde hoy hay un gran olivo y decenas de tiestos con plantas, antaño reposaban los restos de cientos de madrileños. En este mismo cementerio y según cuenta la leyenda, ocurrió un hecho terrible protagonizado por el militar y escritor José Cadalso.

Cadalso tuvo una vida muy agitada, después de un breve destierro, regresó a Madrid a finales del XVIII y conoció a una de las actrices más bellas y populares de la época, María Ignacia Ibáñez. Fue un amor repentino e impetuoso que se vio truncado por culpa de una epidemia de tifus. María Ignacia, que contaba con 25 años, enfermó y falleció a los pocos días, un 22 de abril de 1771.
La joven actriz fue enterrada en el cementerio de San Sebastián, lugar al que José Cadalso acudía todos los días para llorarla. Tal era su pena que llegó a perder el juicio. Una noche, sumido por la pena y la desesperación, José Cadalso acudió al cementerio y con sus propias manos intentó desenterrar a su amada pero, fue sorprendido por la autoridad y no logró desenterrar a la joven.

Afortunadamente, un amigo de José Cadalso, temeroso por su salud mental, hizo todo lo posible para que fuese desterrado de Madrid y así evitar que Cadalso se volviese loco. Poco tiempo después, escribió una de las obras más conocidas inspirada en este hecho titulada Noches Lúgubres.

Foto: Googlemaps