En el post anterior hablaba de los desaparecidos concursos de belleza que se celebraban durante las fiestas de la Virgen de La Paloma, unos concursos que hicieron de muchas mujeres anónimas, personajes muy populares que, en algunos casos, pagaron su popularidad a un precio muy alto, el de su propia vida, este es el caso de Carmen Martínez González “La Lucena”.


En agosto de 1928 una joven de familia humilde del barrio de La Latina se presentó al concurso de belleza que se celebraba durante las fiestas de la Virgen de La Paloma. Carmen, que es así como se llamaba la chica, no tenía ni la más remota idea de que aquel concurso cambiaría su vida, tampoco tenía muy claro si ganaría el concurso, esperanzas no le faltaban ni tampoco belleza y desparpajo.

El 14 de agosto se celebró en concurso de belleza, al que acudieron las chicas más guapas de La Latina que deseaban ser las más bellas del barrio, entre ellas estaba Carmen Martínez que, acompañada por su madre, intentaba disimular los nervios y mostrar su mejor sonrisa al jurado. Finalizado el concurso y tras unos minutos que a Carmen le parecieron siglos, el jurado dio su veredicto y Carmen Martínez fue nombrada Reina de la Belleza del barrio de La Latina 1928.

La alegría y la emoción embargaron a Carmen y a su orgullosa madre, no tanto a las demás participantes que envidiaban a la flamante ganadora. Carmen, junto a las damas de honor, Pilar Aguirre, Manolita de las Heras y Juanita Fretincky, posaban para los fotógrafos de la prensa con la ilusión de verse retratadas en los periódicos de la mañana siguiente luciendo sus mejores galas y envueltas en vistosos mantones de Manila. 

Carmen Martínez posando junto a las damas de honor 1928

Desde aquel día la vida de Carmen dio un giro radical, los pretendientes le salían hasta de debajo de las piedras y los empresarios del mundo de la farándula llamaban a su puerta para ofrecerle trabajo en el mundo del “artisteo”. 

Carmen tenía pocas opciones para prosperar en aquel Madrid de los años veinte, una de ellas era encontrar un marido con posibles, otra mantener un mísero puesto de trabajo hasta encontrar un buen marido o bien aceptar una de esas suculentas ofertas de trabajo en un cabaret que le ofrecían desde que ganó el concurso de belleza. La joven finalmente accedió a trabajar como artista. Estaba desbordada por la situación y encandilada por la vida nueva que le esperaba, una vida llena de aventuras recorriendo España y, como los marinos, dejando un amor en cada puerto, en este caso en cada teatro, cabaret y sala de fiestas.

Acabaron los libertinos años veinte y llegaron los agitados años treinta. Ajena a la convulsa situación política y económica del país, Carmen disfrutaba de su ajetreada vida como artista de varietés, ya era conocida en los ambientes como “La Lucena” y lucía palmito por los cabarets de toda España. 

Carmen no estaba sola en su carrera artística, su madre la acompañaba a todos los lados. Las madres de las artistas, sobre todo en aquella época, siempre han sido el apoyo moral de sus hijas y muy efectivas a la hora de espantar admiradores, mucho más eficaces que un guardia civil con bigotes y todo. La madre de Carmen cumplía todas estas funciones pero vivía con cierto temor los juegos amorosos de su hija que, cegada por su éxito, mantenía con los hombres que iba conociendo.

En Valencia Carmen conoció a Luis, un joven de buena posición que se enamora locamente de ella. En numerosas ocasiones le plantea retirarla del perverso mundo del cabaret. Carmen y su madre aceptan de buen grado las proposiciones del joven valenciano pese a que no renuncia al espectáculo. Luis acepta de mala gana los deseos de Carmen y se resigna a mantener una relación amorosa con ella a la espera de que cambie de opinión y retirarla definitivamente de la vida nocturna.
Acabado su contrato en Valencia, Carmen acepta otro contrato para actuar en un cabaret de Vigo durante 15 días. Se traslada a la ciudad gallega y allí conoce a José Catá, un comerciante peruano, casado, que encandila a Carmen con sus muestras de cariño y su dinero, pagando todos sus gastos y agasajándola con regalos a cambio de que sólo viva para él y que se retire del mundo del cabaret.
Carmen, encantada con las muestras de afecto de José y creyendo controlar sus “artes de seducción” entra en un juego peligroso y mantiene una relación más interesada que amorosa con el peruano.

Julia, que es así como se llamaba la madre de Carmen, no veía con buenos ojos el juego de su hija, en numerosas ocasiones la intenta convencer de que ese hombre no le traería nada bueno. Carmen ignora las advertencias de su madre, sentía que podía manejar aquella situación, que podía hacer con los hombres lo que quisiese pero para Julia las cosas estaban tomando un cariz preocupante. 

Pasaban los días en la ciudad de Vigo y Carmen vivía totalmente despreocupada mientras que su madre observaba aterrada el extraño comportamiento del peruano. Según ella, era un hombre reservado y callado que ante cualquier contrariedad se echaba las manos a la cabeza apretando con todas sus fuerzas como si sus propios pensamientos le hiciesen daño, ese comportamiento aterrorizaba enormemente a Julia, mucho más cuando veía como se echaba a llorar desconsoladamente ante las amenazas de abandono que Carmen usaba para lograr sus caprichos.

En julio de 1934 Carmen y su madre volvieron a Madrid, las dos mujeres vuelven a su casa de la calle Rosario pero Carmen la abandonó al poco tiempo de su llegada para encontrarse con un hombre, esta sería la última vez que Julia, la madre de la artista, vería a su hija con vida.

A las diez de la noche del 5 de agosto de 1934, se recibió una llamada telefónica en el Juzgado de Guardia del distrito de Palacio, la llamada fue realizada por el propietario del Hotel del Norte que estaba situado en el número 1 Paseo de la Florida, alertando de un terrible suceso ocurrido en la habitación 54 de dicho hotel.
La policía no tardó mucho en llegar al hotel, allí fue donde encontraron sobre una cama de matrimonio el cuerpo desnudo y ensangrentado de una mujer con cuatro impactos de bala. A los pies de la cama había otro cuerpo, era el de un hombre medio desnudo con un orificio de bala en la cabeza.

Lugar donde ocurrieron los hechos

Aquellos cuerpos ensangrentados eran los de Carmen Martínez y el peruano José Catá. Después de la correspondiente investigación policial, se calificó aquella matanza como un “crimen pasional”. Al parecer, Carmen acudió a la llamada de José que había venido a Madrid para pasar unos días con ella, Carmen aceptó la proposición y pasaron unos días juntos en el hotel como si fuesen una pareja de recién casados. Unos días después Carmen recibió la llamada de Luis, el novio que meses antes había dejado en Valencia, avisando de su inminente llegada a Madrid para reunirse con ella.
Carmen, que hasta aquel día creía que podía controlar la situación y manejar a los hombres a su antojo estaba desbordada, así que decidió cortar por lo sano y le dijo a su amante peruano que aquella relación había terminado definitivamente. Sin querer aceptar los deseos de su “amada”, fuera de control y encolerizado, José sacó una pistola y disparó a sangre fría al cuerpo desnudo de Carmen.


Carmen en el depósito (Foto: Santos Yubero)

El amante asesino, al ver el cuerpo ensangrentado de Carmen sobre la cama, quién sabe si llevándose las manos a la cabeza y apretando de forma violenta como solía hacer cuando las cosas no eran de su agrado, decidió quitarse la vida allí mismo, se acercó la pistola a la sien y de un solo disparo puso fin a su vida, dejando un rastro de sangre y horror.

El asesino (Foto: Santos Yubero)

Al día siguiente en Madrid se celebraron las fiestas en honor a la Virgen de la Paloma, con su verbena, sus farolillos de colores y su tradicional concurso de belleza, el mismo que seis años antes había ganado Carmen Martínez y que cambió su vida radicalmente sin sospecha alguna de su destino final.

Las ganadoras de aquel concurso de belleza de 1934 son las que aparecen en la foto del post anterior.




Fuentes 

La Libertad 1928
Diario La Luz 1934
Mundo Gráfico 1934
Crónica 1934