Todos los días leemos en la prensa infinidad de noticias relacionadas con la pandemia de gripe A. Se hacen todo tipo de recomendaciones profilácticas, se intenta tranquilizar a la población pero, pese a todo ello, cuando alguien estornuda en el metro, todo el mundo mira con recelo al autor del estornudo que, con los ojos vidriosos por el estornudo, observa como la gente que le rodea se aparta, disimuladamente, de su lado.

Es cierto que la gripe A en España y en el resto de Europa no está siendo tan terrorífica como parecía ser hace unos meses cuando apareció en México pero, dentro de muy poco llegará el otoño y los casos de gripe se multiplicarán y nos harán la vida un poco más difícil. Suponiendo que el virus no mute y se convierta en una súper gripe que nos mande a todos al otro barrio. En cualquier caso, las administraciones están tomando medidas y se supone que no debemos preocuparnos. Como dijo el presidente Zapatero hace unos meses en un mitin “¡Es sólo una gripe!” en respuesta a las críticas de la oposición que consideraban las medidas del gobierno para atajar la epidemia como ineficaces.

A lo largo de la historia muchas han sido las epidemias que han llenado los cementerios madrileños, como la gran epidemia de cólera de 1834 o la gripe española, que no era española. Fue llamada así porque la prensa española, que no sufría la censura de otros países europeos durante la I Guerra Mundial, le prestó gran interés.

Como en el caso de la gripe A, la gripe española apareció, oficialmente, por primera vez en Madrid, el 20 de mayo de 1918. Las fiestas de San Isidro y las verbenas extendieron la epidemia de una manera brutal por todo Madrid.
En un principio no se tomó en serio la gripe, hasta que a comienzos del verano, ya había más de 200.000 personas infectadas y el tema empezó a preocupar.

Antes de la llegada de la gripe, el gobierno de la época estaba sumido en una profunda crisis política y social. La aparición de la gripe española fue el detonante que hizo que se encontrase absolutamente desbordado. Así que optaron por algo típicamente español, negar la evidencia.
Ante la presión política y social, el gobierno presidido por Maura, tomó algunas medidas profilácticas en trenes y estaciones, que no tuvieron ningún éxito.

Al principio, los madrileños vivieron aquella epidemia con algo de temor y con mucho cachondeo. Se hacían todo tipo de bromas y cada día había un nuevo chiste con el que se minimizaba el temor a pillar esta gripe que era conocida como “Soldado de Nápoles”.

Los primeros días de septiembre de 1918, la enfermedad parecía haber remitido, para alivio de los madrileños y sobre todo de los políticos. El alivio duró poco, con la llegada del otoño la gripe volvió con una virulencia letal.

La gripe española era un virus muy similar al de la gripe A, una mezcla de gripe aviar y humana. Acabó con la vida de unas 300.000 personas en España y fue una de las pandemias más mortíferas de la historia.
La demora del gobierno en la toma de medidas, la falta de médicos y la poca información que se tenía provocaron el caos en todo Madrid. Muchos servicios dejaron de funcionar o funcionaban bajo mínimos, como el correo y los telégrafos. Tampoco se libraron los teatros, la mayoría cerraron por la enfermedad.

Hoy nos enfrentamos a una nueva pandemia, que no será la última y que espero que no sea tan dramática como la gripe española.

Imagen: tira cómica de la revista Blanco y Negro (1918)