Un ruido inesperado sobresalta a un grupo de palomas y cotorras argentinas que salen volando, enloquecidas, entre los frondosos árboles.
El grupo se hace cada vez más y más numeroso y llenan el cielo de plumas y graznidos.
Cientos de aves asustadas sobrevuelan los gigantescos cedros y magnolios ocupando las copas de éstos con gran escándalo.
Finalmente las aves se tranquilizan y se refugian en las ramas más altas de los árboles para pasar la noche.
Afortunadamente, en este caso aves y humanos hemos logrado el equilibrio perfecto, posiblemente gracias a las medidas tomadas contra las palomas, como la ingeniosa idea de las estatuas electrificadas.
De todos es sabido que las aves al menor susto tienden a relajar el esfínter, ¿os podéis imaginar qué pasaría si esta misma escena ocurriese en vez de en una zona verde, en una zona repleta de gente?